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El encanto de Mauro Castillo

La voz de Félix en la película ‘Encanto’ habla del oficio de músico y de sus orígenes como artista.

Mauro tocó en Broadway con Lang Lang, uno de los pianistas más famosos del mundo.

Pocas canciones en 2022 le quitaron a Harry Styles y a Bad Bunny el número 1. Una de ellas fue We Don’t Talk About Bruno (No se habla de Bruno), de la película Encanto de Disney. Uno de los artífices de ese rotundo éxito fue Mauro Castillo, un talentoso músico y actor caleño, exalumno de la reconocida maestra Emperatriz Figueroa y ganador del Festival Petronio Álvarez en tres ocasiones.

Castillo está en Medellín a mediados de septiembre, conversando con la escritora y periodista Edna Valencia en un foro sobre la película Encanto. En él, alguien le pregunta si la representación de Disney de Colombia y los colombianos es acertada o no.

Con velocidad e ingenio, el caleño mira hacia atrás, donde hay un espaldar de promoción de la película animada que cautivó al mundo entero a comienzos de año con su historia basada en nuestro país, y luego señala el mural de Ramón Vásquez que tiene a todo el frente. La semejanza de colores y motivos de ambas ilustraciones —la colombiana y la adaptación de Disney— es asombrosa. “Cuántos años tendrá ese mural, ¿20? ¿50?”, pregunta al auditorio, que se queda colectivamente sin aire por unos instantes al reconocer el parecido.

La genialidad de Mauro Castillo es indiscutible, pero su musicalidad es aún más sorprendente. Su lenguaje corporal de la cabeza transmite música de los pies a la cabeza, una poderosa mezcla de salsa, pacífico, ópera y pop. Esto lo ha llevado de la publicidad a un casting abierto que lo acercó al papel de Félix en Encanto, que lo catapultó a los premios Oscar y después a Broadway, de donde viene de compartir con músicos como Lang Lang, de cuya fundación es recientemente integrante.

Pa’ no irme pa’ los semáforos ni a cuidar conciertos, mientras prestaba servicio militar en la Policía, dije que yo cantaba, herman

En esa conexión entre la música clásica, el pop y la salsa, Castillo se ha movido con una fascinante vocación.

“A mi me hicieron mucho bullying cuando estaba comenzando en la música, porque no sabía nada, man. Yo no sabía si estaba afinado o no, dentro de la clave o fuera de ella. Pa’ no irme pa’ los semáforos ni a cuidar conciertos, mientras prestaba servicio militar en la Policía, dije que yo cantaba, hermano”, dice.

“Y entré a la orquesta de la institución. Yo sabía algo de música y hacía bulla con los tarros en la época del racionamiento”, cuenta entre carcajadas. “Tenía una banda que se llamaba ‘Los vagos de la salsa’: puros tarros y un bolígrafo ‘Allegro’ de esos que uno cogía pa’ darle al güiro y cuando llegaba la energía tenía las manos todas untadas de tinta. Y me metí a estudiar”.

Entre la calle, la Policía y la universidad, Castillo asimiló una increíble capacidad de adaptación. “Yo quería ser buen músico —asegura—. La academia tiene cosas magníficas, pero que no son tan positivas. Como que al llegar a ella tienes que deshacerte de ciertas cosas para poder llegar a ser un buen intérprete de la música académica y de los clásicos. Pero en ninguna universidad le enseñan a uno la clave. De pronto creo que en Holanda ya hay un programa de salsa, pero la clave se aprende en la calle”.

Y añade: “Yo aprendo cosas interesantes que veo que le hacen falta a mis amigos en la calle, pero también encuentro cosas que hacen falta dentro de la academia. Mi educación fue un matrimonio entre aprender a interpretar bien la música y hacer que suene como debe sonar, pero sin despojarme de lo que ya tengo, de la estimulación que tengo de la ciudad. Vos pasás la calle quinta, y ya no más Beethoven ni Mozart, sino los Hermanos Lebrón, Grupo Niche. Ya es otra cosa, brother. Y qué bueno poder llevar esa idea de la ciudad, pero sobre todo de la educación”.

La inmersión en tantos mundos le ha permitido a Castillo transgresiones de todo tipo: “Yo trabajo en un modelo que permita que no se nos quiten cosas para llegar a ciertos lugares del arte”. Esas cosas las define con un ejemplo: “si tú conoces a una soprano que es soprano, pero ninguna persona en su casa es soprano y su mamá oía a Lucho Bermúdez o su papá oía boleros, o rock, si la pones a cantar a Lucho Bermúdez va a cantar Carmen Querida como una soprano” (entona a Carmen Querida en soprano y la canta). Tú los has visto. Suena bonito hacer el matrimonio, pero así no suena la música colombiana”.

“Hay una historia detrás de eso”, afirma y agrega: “Si nos ponemos a analizar las obras de aquí con la mismas reglas que se miden sonatas y músicas europeas, no vas a entender. Por eso desde Brasil hay gente aquí en Colombia que está diseñando formatos para analizar la música, porque son cantos antifonales que se repiten, y se repiten y se repiten (canta su más reciente sencillo, Me Va Mejor)… Lo de aquí es una cosa más espiritual, más del alma, más un trance que empieza a relacionarse incluso con la electrónica, y con esos lenguajes de música de pocas barras pero que empiezan a decir cosas en la medida en que los elementos y el tiempo van pasando”.

‘We Don’t Talk About Bruno’

La profunda inquietud auditiva de Mauro es parte esencial del éxito de We Don’t Talk About Bruno, interpretada por él, Carolina Gaitán, Adassa, Rhenzy Feliz, Diane Guerrero, Stephanie Beatriz y el elenco de Encanto, y escrita por el músico Lin Manuel Miranda, de fama internacional por su obra Hamilton.

Bruno se convirtió en el segundo número uno en la historia de una canción para una película animada de Walt Disney —la primera fue A Whole New World de Peabo Bryson y Regina Bell para Aladino— y en el primer número 1 del sello Walt Disney Records, fundado en 1956.

¿Pero qué tiene esa canción? “Luego de salir en Disney+, los niños empezaron a regar la bola”, dice Castillo. “En cines le fue muy bien en todas partes, probablemente porque era la apertura de los teatros. Pero explotó al llegar a streaming”.

‘Encanto’ cuenta la historia de la familia Madrigal. Castillo es  Félix, quien lleva la sombrilla. Foto:

istock

Continuó diciendo: “Bruno tiene muchos elementos de la cultura latina que siempre han estado ahí pero que nunca se habían usado. Primero que todo es un cha cha cha, es quizá el más famoso de la historia. Es además uno de los karaokes más divertidos de la historia según Billboard, y una canción producida con motivos profundamente minimalistas”.

Tiene razón: Bruno es la primera canción en llegar a ese puesto siendo escrita por una sola persona en 4 años —la última vez que una canción escrita por una sola persona llegó a ese número 1 fue en 2018 con Perfect de Ed Sheeran—. Y paradójicamente rompe también el récord de ser la canción con la mayor cantidad de cantantes en el número 1 (el récord anterior lo tenían DJ Khaled, Justin Bieber, Quavo, Lil Wayne y Chance The Rapper por su canción I’m The One).

“Bruno tiene varias cosas que la hacen una canción especial —continúa Castillo—. La utilización del “no” repetidamente en la letra, unida a la idea de una persona de quien no se puede hablar en la mesa, pero sí en los cuartos. Es algo que motiva la imaginación de los niños, a quienes se les está constantemente diciendo que no. Para ellos no hay nada más punk que We Don’t Talk About Bruno (se ríe). Hablar de terror y de ratas en una canción de niños le da una libertad al niño de cantar ese tipo de temas. Por otro lado, la relación entre Pepa y Félix: es como los matrimonios, llenos de paciencia, entre el arrebato y la tranquilidad, temas que se empezaron a hablar con mucha frecuencia en TikTok. Y el hecho de que se tenga una visión de un protagonista desde cinco diferentes miembros de la familia. No hay una sola canción con más de tres partes que haya sido número uno. Lo que sea que haya sido número uno con esas características fue un remix”.

Tan entusiasmado como se le oye hablar del fenómeno de We Don’t Talk About Bruno, también se le nota cuando conversa sobre salsa. Mauro fue cantante del legendario grupo Niche y, a pesar de haberse ido, la salsa sigue siendo su pasión. “Yo siempre he querido hacer cosas distintas —cuenta—. Y sentía que cuando Jairo (Varela) estaba ahí (en el grupo Niche) no íbamos a alcanzar el éxito de Ganas otra vez (canta Ganas)”.

Varela y ‘su sonido’

Jairo Varela Martínez.Foto:

Revista Bocas

Sobre Varela, Mauro recuerda al maestro con curiosidad y respeto: “Algo que te tengo que confesar, es que Jairo era muy estricto con sus grabaciones y borraba todo. Hacía un álbum en máquina de cinta en Nueva York y lo borraba y volvía y lo hacía en Cali, porque él quería que fuera su sonido”.

A pesar de su necesidad de hacer cosas diferentes, le llama la atención de cómo Jairo construyó este catálogo perfecto de canciones que se mantienen en el tiempo, a pesar de borrarlas a discreción. “A veces falta que la música madure. Así como la música de ciertos artistas se maduran con la calle, hay otras que cuando se graban, se maduran con el tiempo. Y por eso siento también que cada vez hay menos arte, porque cada vez que terminás una canción, en vez de esperar a que madure, estás pensando en la siguiente, en el Pitch de Spotify, en Apple Music, en Amazon o en Deezer. Pero no te das el espacio de esperar y enterrar una canción como lo hacía Bob Marley, ¿te acordás? Que el man enterraba las cintas. Terminaba el álbum y ¡Pum!, pa la tierra. ‘Madre, esto es suyo’, le decía. Ojalá pudiéramos bajarle a la velocidad con que estamos produciendo música”.

Es a esa velocidad a la que responsabiliza de la ausencia de la salsa del cancionero popular joven, pero su necesidad de hacer canciones diferentes le han permitido hacerse a un repertorio que funciona muy bien en una época en que la salsa —y en particular la salsa nueva— no es masiva.

“En radio y en plataformas tengo canciones como Viene y se va, que nunca se ha bajado de las 10 canciones más sonadas en Colombia, orgánicamente”, enfatiza. “Eso es chévere porque siempre he querido hacerme a un catálogo, a una serie de canciones que se queden, que sean clásicas. Pero más que clásicas, tener un catálogo. Algo que para un músico significa ser un artista de valor. De manera que cuando la gente estaba haciendo una salsa con reguetón, yo hacía una salsa romántica”.

¿Pero por qué es tan difícil de pegar esa salsa nueva? “Hay dos explicaciones —dice Mauro—. Primero, que la industria no está con ella. DLG (famosos por su versión de La quiero a morir de Francis Cabrel) puso un sonido como ese porque tenía la industria de su lado. La segunda es el sonido. Pero más es como está hecha la música. Vuelvo a DLG, que fue la última gran muestra de salsa moderna, con rap encima y que uno siente que era el camino: la conexión entre soul, rap, todo lo que estaba pasando con dominicanos y puertorriqueños en Nueva York. Pero todo era pa’ tener billete, brother. Lo que ha salido, no tiene tanta inversión como tal. Entonces eso impide que la gente entienda lo que pasa compás tras compás. ¿Qué pasa con la salsa tradicional? La salsa tradicional tiene una cosa muy bella, y es que invita a que te dejes ir. Las mejores rumbas que se ha pegado la gente, se las ha pegado con salsa. Olvídese de lo demás. Caridad, con roncito. La salsa es como el rock, hermano (tararea Money y después Caridad). La salsa de hoy está más orientada al latin jazz. No quiero decir que como se está tocando está mal, pero sí es más latin jazz que salsa. Ana Ávila, una gran pensadora que estudia mucho la naturaleza del baile, dice que hay micro dinámicas dentro del lenguaje corporal, y hay cosas que te despiertan hacia un lugar de la mente y del espíritu donde uno se empieza a conectar a modo de meditación con la música. Pero en esa cantidad de desbalances, techos bajitos y loops, no hay esa conexión. No hay ‘trance’, como lo hay con Palmieri o con Tito Puente. Como lo hay con la música del Pacífico o con la cumbia. Uno siente que se posa un elefante, que sale un rinoceronte, que aparece un tigre. Con lo de hoy uno solo ve unos y ceros, men”.

Lo más importante para Mauro Castillo, en esta era algorítmica, en la que ha sido uno de los personajes más importantes de la música mundial, sigue siendo entonces la naturaleza humana y, dentro de esta, no cambiar nada de lo que ya es.

Para lograr ser uno de los colombianos más grandes de la música en el mundo en 2022, “no tuve que modificar ni mi origen ni mis gustos” y ese es, en esta era homogénea y binaria, el gran logro. “Me siento muy contento en saber que pude hacer esta canción viniendo de Cali, de hacer salsa y folclor, algunas fusiones aparte”, dice con orgullo. “Siempre he venido pensando y trabajando en la misma idea. Y ahora sí se prendió “la Castilloneta”.

Texto E T

 

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