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Aniversario 60 de la muerte del Benny: Saga inmortal, hado de Cienfuegos

En el rincón lajero, el ambiente pueblerino transpira cada segundo mes del año, una solemnidad reverente. La humildad de sus habitantes cobra ribetes de sana presunción, para acoger a miles de visitantes, que en peregrinación hacia la tumba del “Benny”, el 19 de febrero rinde culto al legendario cantante.

Participar de la conmemoración es un agasajo al espíritu, significa palpar la savia de las raíces al escuchar cantos a deidades africanas en aposentos que legitiman allí el arraigo de aquellas sonoridades, con génesis en lamentos esclavos durante un pasado de colonización y resistencia.

Es la habitual fiesta en el Casino de los Congos una evocación a la historia lajera, y deviene respuesta a las interrogantes, sobre las magias de la empiria, en el hijo pródigo de esa tierra.

El lajero devenido ídolo de la música cubana y del mundo, no tuvo formación académica; su oído se forjó en aquellos secretos y misterios de la percusión afrocubana, una verdadera escuela de tradición oral.

En Santa Isabel de las Lajas, nació el 24 de agosto de 1919 Bartolomé Maximiliano Moré. Esta localidad fundada en 1824, pertenecía a la provincia de Las Villas y fue objeto del boom azucarero de la región sureña del área central de la Isla.

Por tanto, la transculturación fraguó en la zona.

El “Benny” es considerado descendiente del rey de una tribu de congos; su tatarabuelo fue el último esclavo de la dotación Moré.

La niñez en el Casino, una casona que sintetiza la espiritualidad de los ancestros, fue la fragua del mito.

Cada 19 de febrero recapitulan su vida y repercuten datos biográficos que develan la saga. Cuentan que su madre confirmaba su gusto desde pequeño por la música y la fabricación de su primera guitarra con seis años.

Penurias económicas hicieron al adolescente lajero emigrar hacia forzadas tareas en los cañaverales, donde cantaba e improvisaba tonadas campesinas del estilo rítmico pinareño y montunos orientales.

Con su hermano Teodoro cortaba caña en el central Jaronú en la provincia cubana de Camagüey y conoce a Castellanos y Víctor Landa, que le ayudan a empezar a tocar la guitarra. Con el dinero que ganó comenzaron sus intentos en la capital —fueron en 1936 y 1940—, hasta que Siro Rodríguez, del Trío Matamoros, lo escucha cantar en el bar El Temple.

Lo llevó entonces a emisoras, concursos musicales, hasta llegar a firmas disqueras; con el famoso Conjunto de Siro, viajó a México en 1945, donde cantó en cabarets y grabó varios discos.

Allí Rafael Cueto le dijo: “Recuerda que en México le dicen Bartolo a los burros. Quédate, pero cámbiate el nombre”. “Desde hoy me llamaré Benny, Benny More”, contestó el artista y así comenzó la leyenda.

Las orquestas de Mariano Mercerón y Panchitó Eché, fueron sus escenarios, y le hicieron merecer los primeros epítetos: “Príncipe del Mambo” ó “Bárbaro del Mambo”.

Regresa a Cuba, y en 1952 se hace acompañar por la orquesta Aragón, llegada de Cienfuegos, hasta que creó su Banda Gigante.

El momento era importante, denominado por la doctora María Teresa Linares, referente para las transformaciones que ocurrieron, tiempo de tránsito, de transculturaciones, interinfluencias, entre las distintas manifestaciones de la música nacional y la que nos llegó de diversos países.

Ocurrieron variaciones de formatos, timbres y estructuras en los conjuntos bailables, por el intercambio cultural ocasionado por medios como el cine y el disco.

Según la afamada musicóloga, la cubanización se confirma en la Banda Gigante Benny Moré, con arreglos que incluyeron cambios de los planos instrumentales; los trombones pasaron a realizar los tumbaos que antes hicieran el tres y el piano, y las trompetas ejecutaron motivos de fuerza percutiva similares al bongó.

Benny llevaba su mochila llena de la cultura musical más apegada a la base del pueblo y tuvo el talento de asimilar el sonido nuevo de los conjuntos orquestales urbanos.

Al fallecer el 19 de febrero de 1963, el Poeta Nacional Nicolás Guillén expresó: “…nace ahora en su muerte, para no morir más, el hombre a quien toda Cuba ha llorado ‘con lágrimas que mojan’, pero cuya voz suena como nunca, sin parar ni apagarse, en el aire nuestro de cada día”.

El “rincón querido” de Benny Moré fulgurará de nuevo este domingo 19; de nuevo será sede de la alegoría al Bárbaro del Ritmo, epíteto con que se autodenominó por desenfado. Santa Isabel de las Lajas será de nuevo noticia, pues se torna cosmopolita, hospitalaria, luctuosa y reverente, ante la magnitud de la efeméride.

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